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Ana María Wahrenberg, sobreviviente de la Shoá; “A los 8 años me despedí de mi mejor amiga y nunca imaginé que me Iba a reencontrar con ella en medio de una Pandemia”

Por Comunidad NBI y Museo Interactivo Judío de Chile

Las familias de Ana María Wahrenberg y Betty Grebenschikoff escaparon de Berlín luego de la Noche de los Cristales Rotos. La última vez que se vieron fue en el patio de su colegio, hasta noviembre del año pasado, cuando se conectaron a través de Zoom.

La “Noche de los Cristales Rotos” fue un punto de inflexión en la historia del Holocausto. Desde la noche del 9 de noviembre 1938 hasta el día siguiente, la violencia contra los judíos estalló en todo el Reich. Unas 1.400 sinagogas y lugares de culto fueron destruidos o incendiadas, se destruyeron 7.000 negocios de dueños judíos, se desacraron cementerios y 30.000 hombres judíos fueron arrestados y enviados a campos de concentración. El padre de Ana María fue uno de ellos. La Gestapo lo arrestó y lo trasladadó al campo de concentración de Sachsenhausen. El señor Wahrenberg tuvo suerte, ya que gracias a que se consiguió una visa fue liberado. Así, el día que regresó junto a su familia decidieron salir de Alemania.

Ana María tenía sólo 8 años cuando sus padres le comunicaron que se irían a vivir a otro país. Ella no entendía mucho, recuerda, y lo único que le importaba era poder despedirse de Ilse, su mejor amiga y compañera de colegio, quien hoy usa su nombre de casada, Betty Grebenschikoff.

“Nadie imaginaba lo que iba a pasar. De hecho, nuestros papás nos dijeron que claramente nos íbamos a volver a encontrar. Ese día Betty, que en realidad se llamaba Ilse Kohn, escribió en mi cuaderno de dedicatorias “Si en años lejanos llegaras a tomar este librito, acuérdate de lo bueno que fue conocernos”. Era como un recordatorio para mí, porque nos íbamos a separar”, cuenta Ana María desde su departamento en la calle Mar Jónico, a pasos de la Comunidad NBI donde la familia Wahrenberg ha sido activa desde sus inicios.

Después de la Noche de los Cristales Rotos tu familia decidió emigrar de Alemania. ¿Se consiguieron papeles para Chile?

– Mi familia tenía visas para Haití. Desde Berlín partimos hacia Génova, Italia, donde tomamos el barco. Cuando llegamos a Panamá nos dijeron que en realidad íbamos a Chile. Así llegamos.

¿Y qué pasó con la familia de Betty?

– Ellos primero emigraron a Shanghái, después a Australia hasta que finalmente llegaron a Estados Unidos.

Los esfuerzos por lograr la reunión entre Ana María y Betty empezaron en noviembre del 2020 después de una charla online en conmemoración de la Noche de los Cristales Rotos organizada por la Red LAES, una institución que se creó durante la pandemia y que une a distintas instituciones latinoamericanas para la enseñanza del Holocausto, entre las que se encuentra el Museo Interactivo Judío de Chile y Memoria Viva. En ese evento estaba conectada Ita Gordon, una archivista del USC Shoah Foundation, -organización sin fines de lucro creada por Steven Spielberg en 1994, que tiene como objetivo grabar y conservar los testimonios de sobrevivientes y otros testigos de distintos genocidios, con la que el MIJ tiene una importante alianza educativa-, quien se interesó en el testimonio de Ana María. Buscando entre los más de 55.000 archivos, Ita llegó al testimonio de Betty Grebenschikoff, quien en su entrevista -realizada hace más de 20 años- menciona que había estado buscando a Ana María, pero creía que no había sobrevivido el Holocausto. Así empezó una serie de investigaciones, hasta que los equipos de las diferentes instituciones llegaron a la conclusión que Betty Grebenschikoff era Ilse Kohn, la amiga de la infancia de Ana María.

¿Cómo recuerdas tu amistad con Betty?

– Nos juntábamos mucho en nuestras casas, porque ya había prohibiciones para los judíos, no podíamos ir a los parques. Ella era alegre, tenía humor y eso lo pude confirmar ahora que estoy leyendo el libro que escribió de adulta. Yo no me acuerdo de esto, pero ella dice que me admiraba mucho y hacía todo lo que yo le decía. Por ejemplo, parece que yo le había dicho que si uno pone los pies sobre la mesa, puede comer chocolate sin engordar. Íbamos a clases de ballet juntas, era una amistad honesta, como la de cualquier niño de 8 años. Nos queríamos mucho.

¿Cómo fue tu llegada a Chile? ¿Qué hacían tus padres?

– Esto es algo que siempre cuento, pero estaba muy feliz y me emocionaba muchísimo tener la libertad de poder ir al parque. Porque en Alemania los judíos ya lo teníamos prohibido.

Salir a la calle y caminar libremente es, por lejos, el mejor recuerdo que tengo tras haber llegado a Chile.

Aquí primero vivimos en una pieza de un departamento junto a una ex compañera de colegio de mi mamá. Ahí estuvimos hasta que nos cambiamos a una pensión. Mi mamá y mi papá empezaron a buscar trabajo a pesar que no sabían español. Mi mamá primero empezó a trabajar en un laboratorio llenando botellas y después de cajera en una carnicería, lo que era muy bueno porque le regalaban comida. Mi papá empezó a tener representaciones de telas. Yo fui a un liceo particular y me acuerdo que la directora me dejaba ir sin uniforme porque mis padres no podían comprarme uno. Al año siguiente fui al liceo 3 de Alameda con Cochrane. Estudié cortes y confección, trabajé en una librería alemana y después me casé.

Después de un intercambio de información entre USC Shoah Foundation, el Museo del Holocausto de Florida -donde Betty es una activa participante-, y el Museo Interactivo Judío de Chile, institución donde Ana María trabaja como voluntaria dando su testimonio en el museo y en colegios, Betty y Ana María se reencontraron en diciembre del 2020 a través de una video-llamada.

¿Pensaste alguna vez que te ibas a reencontrar con Betty?

– La verdad es que yo la busqué en Internet, pero con su nombre de soltera, que es Ilse Kohn. Entonces no tuve mucho éxito. Cuando mi hijo me dijo que había una amiga mía que me estaba buscando, le dije que no conocía a nadie con el nombre Betty. Pero le comenté que sí tenía una amiga que se llamaba Ilse, y así empezaron a hacer las conexiones hasta que se dieron cuenta que era la misma persona.

Sin los esfuerzos de la Red LAES, el equipo del MIJ y Shoah Foundation, no creo que hubiéramos podido

reencontrarnos.

Gracias a todas las personas que trabajan día a día para preservar la memoria del Holocausto y el gran trabajo que hace el Museo Interactivo Judío de Chile, no creo que habría podido volver a encontrar a mi amiga.

¿Qué sentiste cuando se reunieron a través de Zoom?

– A los 8 años me despedí de mi mejor amiga y nunca imaginé que me iba a reencontrar con ella en medio de una pandemia. Por eso creo que esta historia no sólo es emocionante para mí, sino que para todos. Nos entrega esperanza y nos enseña sobre la resiliencia. La reunión fue muy emocionante; incluso después de tantos años separadas, se siente como si nunca hubiésemos dejado de hablar. Nos dejamos de ver a los 8 años pero ha sido muy familiar, nos sentimos muy cómodas y lo más increíble es que hacemos lo mismo.

Las dos somos voluntarias de museos que se dedican

a preservar la historia del Holocausto y nos

encanta dar charlas a los jóvenes para que

entiendan lo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Tienen planes para verse en persona, siempre que sea posible?

– Sí, claro. Queremos encontrarnos en Miami en septiembre de este año para Rosh Hashaná. Estoy segura que Dios me dio la salud física y mental porque estoy cumpliendo una misión, que es divulgar la historia. Y como la vida me ha dado tantos regalos, estoy segura que me va a dar este también.

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