

Por Yael Speisky Rozenbaun
“Señal que el cuerpo deja en el suelo al moverse”. “Señal o rastro que queda de una cosa o un suceso”.
¿Les parecen definiciones completas? No somos cosas…por lo que esa opción debiera ser descartada.
Podemos analizar si nuestro paso por esta vida es o no un “suceso”… es decir, si aquello que ocurre con nuestra vida o nuestros actos tienen o dejan algún significado o importancia. Ontológicamente, debiéramos apegarnos al segundo significado.
Ahora bien, si para dejar huellas necesitamos de un suceso, quiere decir que está en nuestras manos, que depende de nuestra voluntad individual.
Todos hemos escuchado aquello de que cada día es una nueva oportunidad… sin embargo, ¿le tomamos el peso a nuestras palabras? ¿Nos preocupamos de dejar un rastro? ¿Queremos ser o crear un suceso?
Suceso…suena grande, enorme, desafiante. ¿Qué podemos hacer en el día a día que se traduzca en este efecto y que éste sea tan relevante como para convertirse en un suceso?
Recordé una historia que le he contado a mis hijos innumerables veces: esa que habla de un enorme león que tiene una espina en la pata y es rescatado por un ratoncito que con muchísimo esfuerzo logra sacarle la espina. En esa historia, ¿quién se adjudica el suceso?
No voy a abordar la moraleja del cuento, siempre les he dejado a los niños la interpretación y en este caso no haré la excepción con ustedes… Pero no quiero dejar de poner en el tablero de su día a día el hecho de que pueden elegir el rol que quieren cumplir para generar el suceso. Podemos ser el león, que poderoso y melenudo necesita ayuda y a su vez la acepta. O podemos ser el ratón que sin ser el más llamativo, da paso a generar dos actos: ayudar a otro y superarse a si mismo.
Hoy en el interior de esta selva llamado mundo, hay un foco de personas… judíos, adultos mayores, que necesitan ayuda. Están esperando que nosotros tomemos una decisión.
Están ofreciéndonos la oportunidad de generar un suceso.
Nosotros decidimos si queremos ser una cosa… o dejar una huella.