Por Daphne Dionizis
Así lo asegura el destacado bailarín israelí, quién a pesar de haber vivido dos grandes accidentes con varias secuelas corporales, no dejó de lado su máxima pasión, la danza.
Conocido por crear Chile Rokedet, el Gran Festival Internacional de Rikudim, y por su gran trayectoria profesional, Chen Blum nos cuenta sobre su vida en Chile, sus accidentes y cómo logró retomar su camino como bailarín profesional.
¿Cómo empezaste tu carrera como bailarín?
– Comencé a bailar a los 7 años, en un taller de educación no formal en la moshavá donde nací, desde primero a cuarto básico. Luego me incorporé a una lehaká de niños, donde bailábamos rikudim (danza folklórica israelí) pero ya de manera más responsable, en escenarios para público. En ese curso me dijeron que tenía algo especial, un talento, y me recomendaron tomar clase de ballet y danza contemporánea. Empecé con ballet a eso de los 12 años y avancé muy rápido. La profesora me recomendó dar una audición en una escuela muy famosa de Tel Aviv, llamada Telma Yelin, es como una escuela Juilliard, uno vive ahí, come y respira arte. Audicioné, me aceptaron y me fui a estudiar con 16 años.
Un año después, en tercero medio, audicioné para bailar en ballet nacional de Caracas, Ballet Teresa Carreño. Me aceptaron y decidí dejar la escuela a los 17 años e ir a bailar a una compañía profesional fuera de Israel. Estuve un año y luego volví a Israel a hacer el servicio militar. Cuando terminé el Tzahal, bailé en compañías profesionales e hice clases en distintas academias.
La sociedad tiene muchos estereotipos ¿fue difícil tomar la decisión de querer ser bailarín profesional?
– Como empecé tan joven a bailar, fue más fuerte mi pasión que cualquier cosa que la gente pudiese pensar. En Israel, bailar en una lehaká es muy bacán porque bailas con las chicas y tienes que viajar una vez al año. Hoy es más común viajar fuera del país, pero en esos tiempos no era tan común, entonces con eso convocaron a todos los hombres.
Hoy por hoy, hay más hombres que mujeres bailando, y se usa mucho bailar en pareja… de hecho, en Israel vas a un espacio de harkadá y cuando es baile en pareja, ahora hay más hombres sentados porque son más queriendo bailar que mujeres.
¿Cómo se tomó tu familia tu decisión?
– Mi familia se lo tomó bien, me dejaron hacer lo que me hiciera feliz. Estaban ahí para apoyarme más que opinar, nunca me dijeron “los hombres no bailan”. Con el tiempo se convirtieron en mis grandes fans.
¿Por qué optaste por los rikudim y no otros estilos de baile?
– Siempre seguí el baile israelí, tengo una conexión con el baile del pueblo, con el folclore. En general los bailarines de ballet no bailan folclore, pero yo tenía esa ventaja de ser profesional y también estar en el mundo folclórico desde pequeño.
Bailar rikudim es beneficio para todos. Desde el que viene solo a escuchar la música hasta el que baila. Uno puede aprender mucho sobre judaísmo y hebreo, escuchando música. Muy pronto haré una harkadá temática, usando solo bailes relacionados con rezos o con D-s.
El rikud es una forma de rezar pero danzando, porque cuando bailas y cantas, una canción que es puro rezo, eso no es menos que ir a la sinagoga y rezar.
La diferencia es que es una forma de rezar con música, con movimiento, cantando y bailando palabras que te hacen conexión.
Un cambio radical
Con solo 21 años, Chen sufrió su primer accidente que cambió el rumbo de su vida profesional. Sin embargo, su resiliencia y convicción, lo ayudaron a salir adelante.
¿Cómo fue ese primer accidente?
– Fue hace 19 años, en el 2001. En ese tiempo también realizaba clases, por lo que me compré una moto para trasladarme. Iba por una gran avenida de Israel y de repente me encontré con un auto que estaba detenido. Me di cuenta de eso muy encima, por lo que no alcancé a reaccionar.
Tuve lesiones más que nada traumatológicas. Me quebré algunas partes de mi espalda y el fémur de la pierna izquierda. Fue una recuperación dura, luego de tres meses en cama, comencé con rehabilitación. Ingresé a natación y luego de seis meses pude retomar las clases de baile, pero no volver a bailar de forma profesional.
Recuerdo que mi alma salió de mí, fue una pelea emocional muy fuerte, pero tenía que seguir adelante.
Si no tenía estudios, tenía que salir adelante. La natación fue la forma más importante en mi rehabilitación.
Para un accidente tan grave como el que tuviste, la recuperación fue muy exitosa. ¿De dónde sacaste fuerzas?
– Yo soy una persona que no escucha mucho, porque los médicos me decían que debía descansar y que no podía hacer muchas cosas. De hecho, al principio incluso pensaron que no podría caminar y menos bailar, porque el fémur estaba roto. Recuerdo que fue una pelea emocional muy fuerte, pero tenía que seguir adelante.
Además, yo siempre he pensado que nadie me puede decir qué puedo o no puedo hacer.
Yo había decidido que iba a ser alguien, que tendría logros y para llegar a esa meta lo tenía que intentar. Si después no podía, al menos me quedaba la tranquilidad de haberlo intentado.
Yo no podría vivir, si sé que me rendí. Para mi eso no existe. ¿Y de dónde vino eso? No sé, quizás nací con esa fuerza.
Luego de que te recuperaste, ¿de qué forma te fuiste relacionando con el baile?
– Retomé las clases y también participé en musicales, ya que la exigencia del baile es menor. Fue espectacular porque además de bailar pude cantar en el coro y actuar. Fue una experiencia excelente. Pero con el paso del tiempo, la edad y la lesión presente, mis participaciones fueron cada vez menos.
A los 25 años nació mi primer hijo y decidí que vivir del arte era muy difícil para mí, así que opté por dedicarme a otra cosa. Desde los 28 años que no vivo del baile, todo lo que hago hoy relacionado con la danza es de forma voluntaria.
Y así fue cómo te convertiste en emprendedor…
– Sí, cuando tomé la decisión de no seguir trabajando en el baile, comencé con los emprendimientos. Uno de ellos fue incorporarme en una compañía de mercadeo en red. Un contacto que tenía en México, que lo conocí por el baile, se interesó en el negocio e hizo un trabajo espectacular. Yo comencé a viajar a México a realizar charlas, convenciones y capacitaciones. Luego de dos o tres años, esto se extendió desde México a América del Sur y empecé a viajar mucho a esos destinos. Hasta que un día pensé, mejor vivir allá que viajar tanto. Y fue así como decidí instalarme en Chile en el 2009.
Nuevos horizontes
Chen llegó a Chile solo, sin tener amigos ni familiares en el país. Dividía su tiempo entre su trabajo y nuevos retos. “A mi me gusta exigirme, probarme que yo puedo. Por eso siempre necesito ponerme desafíos”, afirma. Fue por esa razón que se incorporó al team del deportista Cristián Bustos para participar en el Ironman de Brasil.
Se preparó durante un año para el evento. Sin embargo, una semana antes de viajar, tuvo un nuevo accidente que cambió el rumbo de su desafío.
¿Cómo fue este segundo accidente y cómo lo enfrentaste?
– En 2011 estaba en la laguna de Chicureo andando en bici y se desconcentró un conductor de un auto, se subió a la berma y me atropelló. Sufrí graves consecuencias en la espalda otra vez. Sin embargo, se vieron afectadas otras vértebras, diferentes a las del primer accidente. Y también la pierna, esta vez había sido la parte de abajo, desde la rodilla hacia abajo, a diferencia de la primera vez que fue de la rodilla hacia arriba. Estuve un mes en la UTI. Tuve la suerte que no me pegué en la cabeza. Gracias a Dios fueron heridas de cuerpo. Tuve 5 ó 6 operaciones y rehabilitación.
Este accidente fue menos chocante que la primera vez. La edad y la experiencia me ayudaron, pero de todas formas fue muy duro, tenía días horribles. Pero como soy una persona que olvida rápido y que siempre quiere seguir adelante, eso ayudó bastante.
Así fue cómo dejé la bicicleta de por vida y también dejé de entrenar. Y comencé con la rehabilitación y con la natación.
¿Qué piensas de que la vida dos veces ha interrumpido tus pasiones y tú has seguido adelante?
– Primero hay que tener una gran fuerza y pasión para salir adelante. Tienes que creer que se puede, pensar positivo, luchar de verdad.
No hay mejor sensación de lograr algo por tu fuerza interior, es espectacular. Me siento muy fuerte. La gente en general se rinde… Estoy orgulloso de lo que hice.
Dicen que Chen Blum es como un gato, tiene 7 vidas…
– No, no voy a volver a subir a motos ni a bicicletas. No quiero comprobar si tengo 7 vidas o no, jajajá, pero me gusta pelearla hasta el final, hasta el minuto 90. Porque tengo hijos, esposa, no puedo pensar solo en mí.
Pero sí soy una persona que toma riesgos porque creo que las personas que toman riesgos están logrando aprovechar al máximo su potencial. Normalmente la gente aprovecha el 10 ó 20% de su potencial durante su vida, no piensan que pueden más.
Cuando me vaya de este mundo, quiero irme con la satisfacción que aproveché al máximo mi potencial.
Uno en la vida quiere ser feliz y si uno no intenta ir más allá y salir de la zona de confort, no logra aprovechar su potencial y por ende no estarás feliz. Y si uno no está feliz, ¿para qué estamos acá?
¿Qué mensaje le darías a las personas que están pasando por pruebas difíciles?
– Siempre hay cosas que no sabemos y siempre hay formas de salir adelante, solo hay que querer y usar la pasión para lograrlo. Me pasó dos veces, para mí es un hecho. Hay que quererlo mucho. La vida está llena de sorpresas y no hay que quedarse pensando en qué va a pasar más adelante, sino hay que pensar: ¿cómo logro un poquito más? Con esa mentalidad te darás cuenta que puedes avanzar mucho. Uno tiene que tener una razón fuerte; yo por ejemplo tenía a mi hijo, que se convirtió en un motivo fundamental para salir adelante. Así el camino o el proceso se hace más corto.
Retomando el baile en Sudamérica
Chen es un hombre de pasiones y una que jamás ha podido sacar de su vida es la danza. Ni dos accidentes han logrado que deje este gran amor. Si bien hace décadas que dejó de practicar este arte en la esfera profesional, hoy lo hace como una forma de compartir sus raíces, de disfrutar junto a otros el folclore de su pueblo. Es así como desde el 2013 realiza rikudim contagiando el amor por Israel.
¿Qué significa para ti el baile?
– Es un lugar de escape. Cuando bailo me lleno de energía, de cosas positivas. Es mi manera de ser yo, con mis defectos y mis virtudes.
El baile me hace sacar la mejor versión de mi.
¿Qué es lo que más disfrutas al momento de bailar?
– La libertad de moverme, de ser yo mismo, de poder expresarme.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
– Nosotros tenemos un Camp de Rikudim que se llama Chile Rokedet, Chile baila. Hace unas semanas debía presentarse la versión 2020, que es la cuarta versión. Todos los años traemos cantantes israelíes, coreógrafos y hacemos un festival de baile. Viene gente de todo el mundo y bailamos. Esto se hace en el Hotel Rosa Agustina en Quilpué. Tres días de rikudim, con canciones, show, etc. Esto lo fundé el 2007 y todo está enfocado en las tradiciones judías. El próximo será el 2021.
También realizo participaciones como coreógrafo cuando me invitan a otros países. Voy y enseño. Ahora siempre hay proyectos virtuales, como yo soy casi el único que tiene formación de ballet, los otros rikuderos me piden que les enseñe cómo bailar de forma más bonita, con estilo y postura.
¿Cómo te reinventaste en la pandemia?
– Como no se podía hacer sesiones presenciales de baile, comencé a hacer harkadot virtuales llamadas “Rokdim Live”, llevamos 32 sesiones desde marzo hasta ahora. Como estamos en el mundo de Internet, la gente que me ve es de todo el mundo, ¡incluso de Japón! Conozco rikuderos de todo el mundo, la gente baila conmigo o simplemente solo escucha la música. Es una forma de seguir bailando y sanar mi propia alma, además de seguir en contacto con la gente.
¿Crees que los chilenos somos entusiastas por los rikudim?
– No, es muy difícil. Desde el 2013 que estoy intentando y los números no son muy altos. Quizás estoy haciendo algo mal. Porque en Argentina o Brasil son muchos, pero acá es muy difícil que llegue más gente.
Y siendo honesto… ¿Tenemos ritmo?
– Yo creo que sí, ¿por qué no? ¡Sí, obvio que sí!