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Desafíos en un mundo cada día más cambiante

Camino superado: desafíos en un mundo cada día más cambiante

Por rab Pablo Gabe

Luego de un 2020 en donde todos hemos aprendido exponencialmente acerca de reinventarnos, adaptarnos a la nueva realidad y pensar estrategias alternativas a las ya conocidas, el 2021 nos plantea un reto superador: cómo mejorar sobre un escenario ya conocido.

En cada ocasión que cerramos un ciclo y abrimos uno nuevo, tenemos la oportunidad para pensar acerca de lo acontecido durante el último período:

¿Qué sucedió? ¿Qué nos sorprendió? ¿En qué hicimos las cosas bien y en qué no actuamos correctamente?

Muchas de las respuestas a esos interrogantes están viciadas por la experiencia de lo ya vivido. Es decir, vemos con ojos críticos el pasado y pensamos en ‘lo que debiéramos haber hecho’, pero con la experiencia de ya haberlo vivido, siendo incapaces en realidad de posicionarnos en aquellos tiempos, cuando no sabíamos los resultados futuros. En palabras de aquellos que amamos los deportes, hablamos el lunes acerca del juego del domingo.

La pregunta acerca de lo que nos deja el 2020 ya es un lugar común. Queremos olvidarlo.

Alrededor de fines de diciembre, abundaban en las redes sociales imágenes y bromas sobre lo que había sido (ya queríamos hablar de él en pasado) el 2020. Sin embargo, no podemos dejar de mirarlo como un año más. Si, sin duda un año especial, confuso y difícil. Inclusive, más que otros cercanos en el tiempo. Pero hagamos el intento. Estuvimos aislados. Todos los que tenemos familia lejos y pensábamos vernos durante el año, debimos conformarnos con usar los medios digitales. No más sencillo resultó para aquellos cuyas familias están físicamente cerca. Ni siquiera en esos casos fue factible poder encontrarnos. Cumpleaños, aniversarios y diferentes celebraciones que quedaron del otro lado de una pantalla.

Al mismo tiempo, y como dicen los psicoanalistas eso de que ‘la falta es aquello que nos mueve’, fuimos capaces de valorar el encuentro real. El anhelo de poder abrazar, compartir palabras al oído, una mirada, un momento juntos. Valorar cada minuto junto al otro sin mirar el reloj para saber si se nos hace tarde o podemos quedarnos un poco más. Todo eso es lo nuevo que antes no podíamos ver.

Lo que se nos prohibió, y en muchos casos sigue estando dentro de la categoría de no aconsejable de realizar, es lo mismo que nos empujó a repensar nuestro paradigma de vida y nuestras prioridades.

¿Qué haremos entonces con todo eso?

Me gustaría compartir un relato que se desconoce su verdadero origen, pero ya pertenece a todo el mundo. El relato se llama “la vasija agrietada”. Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.

Un día, el patrón llamó su atención reclamando que no lograba traer a su casa, la cantidad de agua correspondiente a las dos vasijas.

El aguador apesadumbrado, respondió: -“¿Se ha dado cuenta de que las flores sólo crecen de un lado del recorrido? Siempre he sabido de sus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo de ese camino y todos los días se han regado. Si no fuera por sus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza”.

Este último año habrá sido de aquellos años que más energías nos ha quitado. Muchos inclusive, hablan del “año pasado” refiriéndose al 2019 omitiendo al 2020 por las diferentes razones que el año transcurrido nos pudo haber dejado. Pero no.

Debemos enfrentarnos con el pasado, con aquello que hemos caminado. Debemos mirar ese recorrido que con esfuerzo, angustia, incertidumbre hemos recorrido. El camino se ha superado.

No estancarnos es el desafío, al mismo tiempo que poder superarnos y crecer en todos los aspectos posibles. Al mirar atrás no solo veremos las flores. Probablemente observemos cosas que no queremos que se repitan. Valoraremos y dedicaremos tiempo en acercarnos al otro. Redoblaremos esfuerzos para poder conocernos mejor, para poder escuchar, compartir, aprender de todos y compartir lo propio con los demás. Seremos inmensamente felices con cosas más sencillas que en el pasado. Inclusive, mirando un hermoso jardín con flores.

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