Por David Epsztein.
Diego Barr está casado con Andrea, es padre de dos hijos, exjugador de fútbol del Estadio, nadador, maratonista y deportista de triatlón. Sus hijos, Gabriel de 6 años y Agustina de 11, juegan fútbol, hockey y fútbol femenino en el EIM. Pero el Estadio para Diego es mucho más que el simple lugar donde practican deportes él y su familia. Diego, sentado en la mesa que frecuenta para trabajar y que califica como “su oficina” y “espacio de reunión con amigos”, nos contó todo lo que el Estadio representa para él.
“Yo creo que soy socio desde que tengo 5 años. Ahora tengo 42, entonces toda la vida. Desde la época de Don Carlos, del Huaso del camarín, del Chepo, Don Lito, el jefe del tenis. Harta gente que ha pasado por el Estadio. Nosotros no teníamos oportunidad de vacacionar, entonces nuestras vacaciones eran en el Estadio Israelita. Mis papás nos pasaban 100 pesos a mi hermano y a mí para una bebida y con una mochila donde nos ponían 2 hallullas, almorzábamos acá. Los 2 estábamos en la escuela de tenis, la única escuela formal en el verano en esos tiempos. Mi mamá nos venía a buscar a las 7 de la tarde. Y al día siguiente lo mismo.
Mis papás trabajaban tranquilos porque estábamos mejor cuidados en el Estadio que en la casa. Toda la vida aquí y guardo los más lindos recuerdos.”
Y esos vínculos con quienes lo vieron crecer verano tras verano, semana tras semana, siguen vivos en su memoria y en su identidad:
“El EIM Nos forjó como familia una identidad de comunidad. Te cuento una anécdota: hace un par de años lleve mi auto a un taller y me encontré con el Chepo, un ex funcionario del EIM, y nos dimos un abrazo como si me hubiera encontrado con mi tío. …Recuerdo que cuando armábamos pichangas en las canchas de madera se entraba al gol, y jugábamos con gente de todas las edades. Crecíamos todos juntos”
Al consultarle sobre algunos de los mitos que envuelven al Estadio, Diego se refiere a uno que es frecuente y que dice que el Estadio es caro:
“Si, yo lo escucho mucho. El ejercicio que uno tiene que hacer es dividir la cuota en los 12 meses, y comparar con otras actividades si no tuvieses el estadio. Por ejemplo, un sábado en la mañana que vamos a hacer una actividad, vamos al Chuck n’ Cheese, vamos al cine, y al final empiezas a sumar y finalmente te gastaste la mensualidad que pagaste en el estadio probablemente.
Con hijos en edad de hacer deporte, es una maravilla.
Yo me vine con mi hijo a almorzar, estoy acá contigo haciendo la entrevista, y no sé dónde está, pero sé que está espectacular. Entonces te da esa tranquilidad y eso es invaluable. Por eso recomiendo absolutamente el estadio, por la seguridad, por las amistades, porque es un marco judío. Hablamos de un judaísmo social, que creo que es igual o más importante que un judaísmo religioso. Y en cuanto a la infraestructura entender que si bien el estadio tiene falencias porque tiene muchísimos años, aunque se han ido haciendo mejoras, pero obviamente lo queremos más allá de si es ultra moderno o no”.
Le pedimos a Diego que nos cuente sobre su experiencia con el Estadio durante la Pandemia y nos contestó lo siguiente:
“Partamos de la base que nadie sabía cómo afrontar la pandemia. Toda actividad que puedas hacer se termina desgastando porque es tan largo el encierro, que no hay forma de mantener un nivel como había sido al inicio del año pasado. Para mí el estadio fue fundamental. Todas las actividades que se hicieron online fue una locura. No existe, yo no conozco otra institución del país o de otras partes que haya hecho algo igual. Que pudo haber sido un contenido bueno, malo o más o menos, sí. Pero el estadio se puso a disposición de sus socios. El Mauri con sus programas, el mismo Tomás Guendelman, la Eva Holz, entre otros. Pero te diría que el año pasado en los momentos más duros, en la incertidumbre, el estadio no se olvidó de los socios. Y eso para mí es invaluable.”
Finalmente Diego quiso invitar a más personas a sumarse al Estadio y dio sus razones:
“Yo creo que el estadio efectivamente es un pulmón verde, pero no solamente por un tema de vegetación o áreas verdes. Yo creo que es un pulmón verde porque se llama Club Deportivo Estadio Israelita Maccabi. Y un club va más allá de solamente el tema deportivo.
Es un lugar que tiene vida, un lugar que tiene historia, que nos ha unido a toda la comunidad Judía de Chile.
Nos puede gustar la infraestructura o no, pero la ducha del EIM es mejor que la de mi casa. El estadio es un ícono. Engloba el deporte, las amistades, identidad, cultura y comunidad. La gente tiene que darse la oportunidad de vivirlo.”