Este mes se celebra la fiesta más moderna de nuestro calendario: Iom Yerushalaim. Festejamos que, en 1967, nuestra eterna capital vuelve a estar completamente bajo soberanía judía. Festejamos el cumplimiento del sueño y la añoranza milenaria, esa que repetimos en cada Seder de Pesaj, en cada Neilá de Iom Kipur: “el próximo año en Jerusalem”.
Un poco de contexto histórico para dimensional la relevancia de esta festividad: en el año 70 de la era común, tras la conquista de Jerusalem y destrucción del Beit Hamikdash por parte del Imperio Romano, el pueblo judío perdió el dominio sobre su capital. Nuestra Ciudad Santa sería posteriormente conquistada y reconquistada, pasando de mano en mano, por bizantinos, persas, árabes, cruzados, turcos y finalmente, ingleses, hasta que, en 1948, durante la Guerra de Liberación, el Ejército israelí intentó conquistarla, pero sólo lo logró parcialmente, puesto que la Ciudad Vieja, incluyendo el Monte del Templo, quedó en manos jordanas.
Los jordanos, no contentos con expulsar a todos y cada uno de los judíos que vivía en la ciudad desde tiempos inmemoriales y prohibir la entrada a todo israelí, destruyeron las sinagogas, profanaron el cementerio del Monte de los Olivos y demolieron el Barrio Judío.
El día 7 de junio de 1967 (28 de Iyar de 5727), durante la Guerra de los Seis Días, la Brigada Jerusalem se ubicó al sur de la ciudad, mientras que la Brigada Harel y la 55ª Brigada de Paracaidistas la rodearon por el norte, en una operación conjunta cuyo objetivo era recuperar la ciudad para Israel. Dada la proximidad de zonas habitadas por civiles, el General Uzi Narkis decidió no realizar un ataque aéreo, sino ingresar por tierra, atacando la Colina de la Munición, donde estaban guarecidos los soldados jordanos.
La tarea de tomar la colina fue entregada a la 55ª Brigada de Paracaidistas, la cual, bajo el mando de Mordejai “Mota” Gur, lograron conquistar, entrar a la Ciudad Vieja y ser los primeros judíos en llegar al Monte del Templo tras 17 años de ocupación jordana. Es entonces cuando el Comandante Gur transmite por radio la frase que lo inmortalizaría en la historia “Har Habait beyadeinu” (“El Monte del Templo está en nuestras manos”).
Es esta gesta heroica, la reunificación de nuestra Capital Eterna, que nos permitió volver a ser libres para vivir y rezar en la Ciudad Vieja, la que se celebra cada año el día 28 de Iyar, que este año corresponde al 19 de mayo.
Lamentablemente, fuera de Israel, este día no es tan conocido ni celebrado como debería serlo por su relevancia histórica y religiosa.
Es deber nuestro, como judíos y sionistas, enorgullecernos de aquellos soldados que lucharon para que Jerusalem esté nuevamente bajo soberanía israelí y sea la ciudad en la que no sólo nosotros, sino también cualquier otra persona, de cualquier credo, pueda rezar.
Sin embargo, no todo es celebración. En este día también se conmemora a los aproximadamente 4.000 miembros de la comunidad judía etíope que no lograron sobrevivir al peligroso viaje en ruta a Israel y la libertad, falleciendo en el desierto de Sudán. Así, desde 2004, cada año, junto con celebrar la reunificación de Jerusalem, se observa el Memorial de los Judíos Etíopes, con una ceremonia en el Monte Herzl, a fin de recordar y honrar a aquellos judíos que, desde Etiopía, recorrieron el desierto para cumplir con su sueño de llegar a Jerusalem.