Por Avital Kaufman
Nuestra querida Avital Kaufman deja nuestra residencia para emprender proyectos personales. Le deseamos éxito en todo lo que emprenda en esta nueva etapa de su vida.
A continuación, Avi nos relata su experiencia vivida en Beit Israel por casi 12 años de su vida.
Mis inicios en la Residencia Beit Israel nos llevan al año 2009, cuando ésta aún se llamaba Hogar Villa Israel y se encontraba en Ñuñoa. Recién casada, comencé mi aventura con dos metas claras: la primera, crear un departamento de Terapia Ocupacional con una visión judía y comunitaria; y la segunda: contribuir en la creación del nuevo edificio y por supuesto, ayudar en el cambio físico y emocional de nuestros residentes.
Mi misión iba enfocada en crear espacios accesibles y adecuados para la persona mayor, considerando sus necesidades, capacidades e intereses.
Junto con esto, ayudar al proceso de adaptación, no es fácil cambiarse de casa, de comuna, de todo lo que se conoce.
La recepción fue siempre muy acogedora, había un grupo de residentes que había adoptado el rol de recibir a quienes ingresaban, ya sea colaboradores o pares que llegaban para sumarse a nuestra familia. Gracias a ellos logré conocer la institución, sus miembros, sus talleres, sus actividades, sus costumbres, sus preferencias, sus quejas y necesidades, y junto a ellos fui creando un plan que incluyera sus intereses, propósitos de vida y que nos permitiera acercarnos a la comunidad, y a su vez, ir preparando el proyecto de afianzar lazos comunitarios para cuando estuviéramos más cerca físicamente, en el nuevo edificio.
Junto a un excelente equipo de monitores, logramos crear una gran variedad de talleres, actividades, y paseos, tales como taller de mostacillas, pintura, teatro, mente activa, estimulación sensorial, actualidad, picnic en el Estadio Israelita, entre otras. En el área judaica, destacan los almuerzos con el rabino, la cena de Pesaj y Rosh Hashaná, visita de los colegios Instituto Hebreo y Maimónides, con alumnos de Talmud Torá, y otros. Muchas de estas actividades y talleres se mantienen hasta el día de hoy, y fuimos agregando nuevas instancias que se adaptaban a los nuevos miembros.
Aporté en la creación y liderazgo del Voluntariado Beit Israel, el cual está compuesto por muchas personas que nos entregan su tiempo, cariño y dedicación sin condiciones, cada vez que las necesitábamos estaban ahí, apoyando y acompañando tanto a nuestros residentes, como a nosotros, los colaboradores.
Muchas gracias a cada uno de ustedes por su compromiso y calidad humana.
Cuando uno trabaja tanto tiempo en el mismo lugar, son innumerables las anécdotas y recuerdos que quedan en el corazón.
Me gustaría destacar el cambio físico del hogar: ¡logramos cambiar a más de 120 residentes con sus pertenencias en un solo día! El trabajo en equipo y la vocación de todos lo que estábamos ahí fue impresionante. Muchas gracias a todas las familias que confían en nosotros para el cuidado de sus seres queridos y que están presentes acompañándonos en todas nuestras travesías.
Durante mis casi 12 años en el hogar, conocí a más de 200 residentes, a sus familias, hijos, nietos, y bisnietos… tuve el honor de acompañarlos en diversas instancias de la vida, tuve la oportunidad de aprender de ellos, de reírnos, de llorar, de descubrir cosas nuevas que creíamos que por edad o por capacidades no éran capaces de hacer. Durante todo este tiempo, también me acompañaron en lo personal como familia, en mis tres embarazos, en el crecimiento de mis hijos, aportando con consejos y rezos en los momentos difíciles, y disfrutando con cada visita de ellos, especialmente cuando me ayudaban en los talleres, de mente activa y de jalot, actividad fija durante sus vacaciones.
¿Cómo olvidar nuestras caminatas diarias, los debates e intercambio de opinión en los talleres, el intercambio de miradas con mensajes ocultos, vestirnos elegantes para nuestras festividades, el compartir anécdotas que alegran el alma, ser anfitriones de eventos comunitarios, y muchos otros?
Siento al hogar como mi segunda casa, por eso fue tan difícil tomar la decisión de irme.
Es el lugar que me vio crecer tanto en lo personal como en mi profesión, tuve la bendición de conocer a muchas personas con gran calidad humana capaces de poner al hogar siempre primero, de trabajar de manera profesional y con todo el corazón. Cualidades que inspiran a trabajar de la misma forma, entregando más allá de lo laboral, espero haber contribuido a alegrar muchos corazones y haber fomentado vejeces activas, entretenidas y satisfactorias.
Para terminar, me gustaría agradecer a todas las personas con las que trabajé, a los distintos miembros del directorio que siempre me apoyaron, al equipo que actualmente está en la residencia, y que tienen la hermosa labor de cuidar a mi gente.
Por último, lo más importante, quiero darles las gracias a mis queridos residentes, por toda la paciencia, amor, cariño, y apoyo que siempre me entregaron, gracias a ustedes, hoy soy una mejor persona y una profesional integral.
Esto no es una despedida, sino un ¡hasta pronto!