La vida nos da sorpresas
Publicado el: 13 / 05 / 2020

La pandemia del COVID-19 tiene al mundo entero “de cabeza”. Son lamentables consecuencias que ha traído pero también nos ha planteado desafíos que nunca imaginamos dentro de la Comunidad. Desafíos que podríamos resumir en uno solo.

El Coronavirus nos ha replanteado, en el cortísimo plazo, la forma de hacer las cosas…inclusive aquellas cotidianas.

En una Comunidad, especialmente en una como la nuestra, “tan de piel”, tuvimos que reaccionar rápidamente para seguir funcionando, de una forma diferente claro, para así seguir llegando a los hogares de todos nuestros socios de una modo distinto, nuevo, renovado y que siendo sinceros, jamás habíamos imaginamos. Este ha sido, y es, de modo absolutamente remoto.

La respuesta inmediata fue y aún lo es, el uso de la tecnología…Algo tan obvio pero que ha sido una tarea dura para el equipo de trabajo, para los Rabinos, y especialmente para quienes han asistido a nuestros servicios, ceremonias y actividades, esperando un saludo caluroso, abrazador, directo y cercano…Sin embargo, dadas las circunstancias, tuvimos que tomar el desafío e ingeniarnos a tal punto de no perder el vínculo que nos une hace tantos años para seguir haciendo las cosas como más nos gusta: en Comunidad.

Algunos han debido lidiar con la falta de manejo de todo lo que tecnología ofrece. Otros con teletrabajo que, por muchas ganas y empuje que se tenga, puede no ser fácil porque el ambiente “de casa” posee muchísimos distractores. Si a esto agregamos un encierro voluntario, o en casos obligado aunque por cierto necesario, todo esto se traduce en un contexto de gran estrés, susto e incertidumbre que podría haber arrojado un resultado haber sido desalentador. Pero no fue así.

Al contrario de lo que la lógica pudiese haber planteado, nos hemos visto sorprendidos frente al hecho de encontrarnos con gente dispuesta a colaborar y aprender, a aportar desde su experiencia.

A participar semana a semana aunando esfuerzos; todo esto con la finalidad de no interrumpir nuestras actividades, y por sobre todo, para mantenernos vinculados a pesar de la distancia y las limitaciones que una pandemia de este tipo nos plantea.

Este mismo vínculo el que nos ha permitido salir más que airosos de todo este asunto. Sucede que descubrimos que “estamos más conectados que nunca”. Desde un punto de vista práctico, esta pandemia, trágica y nunca bienvenida, nos ha dado la oportunidad de comunicarnos con aquellos que, por algún u otro motivo, no tenían la oportunidad de asistir a nuestras actividades y/o servicios y hoy lo agradecen. Otros han invitado o han incorporado a familiares a sumarse y otros simplemente, siguen fieles con los medios que tienen a su disposición para participar de nuestros cursos, oir nuestros mensajes, etc…

La participación nos ha sorprendido gratamente porque plataformas digitales, tan molestas para algunos, nos han permitido estar cerca de quienes tanto queremos.

Es indiscutible el efecto devastador que conlleva esta pandemia. Ha provocado un daño irreparable en vidas humanas y está desde ya creando serios conflictos sociales, económicos y estructurales no solo en los países, sino en el planeta entero.

Pero también ha traído cosas maravillosas. Cómo no sorprenderse al ver animales silvestres en medio de las ciudades en un ambiente absolutamente urbano, tras decretarse cuarentenas. El medio ambiente ha presentado índices más positivos, mejorando la calidad del aire, el color de los cielos, bajando los decibeles de ruido.

¿Y en las personas? Algo (o mucho) bueno debemos sacar de esto tan triste, y por momentos, francamente desolador. La respuesta que esta pandemia está dando al mundo entero es una enorme lección para la humanidad. Ha potenciado los afectos, amores y amistades y nos ha hecho reformular y romper paradigmas instalados desde hacía muchísimos años en el mundo entero, en todo tipo de cosas: en el plano familiar, ha cambiado la forma de convivir, al menos en lo inmediato. Los padres, por ejemplo, han tenido que apoyar a sus hijos en cosas tan cotidianas como “hacer las tareas”, han podido jugar más con los pequeños y se han visto en la situación de convivir todo el día. Los niños, por su parte, también han tenido que adaptarse a un sistema diferente de convivir y de estudiar. Es cierto que esto ha provocado más de algún roce, pero en el balance, los padres han podido involucrarse más con sus hijos y eso es valiosísimo. Los abuelos se conectan directamente con sus “nietos virtuales”; Imposibilitados para reunirse, los mensajes son más recurrentes, los saludos son diarios…Si hasta se ha visto a algunos contarse cuentos a la distancia con la ayuda de la bien ponderada tecnología. Los tíos, primos, y los más cercanos, se han extrañado más que antes y de alguna forma, se han sentido más acompañados porque contamos con el tiempo, la energía y todas las ganas del mundo para ello.

Si hasta pareciera que familiares se visitan más que antes, obviamente de forma virtual.

En lo social, se han presentado ejemplos de solidaridad y generosidad pocas veces vistos. En ocasiones simples gestos como entregar una serenata desde un balcón, entregar tiempo y/o enseres a desconocidos, compartir una simple conversación con quienes hace años tal vez no vemos, conversar con el vecino a quien tal vez solo saludábamos. Todo ello, y tantos más, nos ha permitido transitar esta situación de forma más llevadera para muchos, sin distinción de raza, estrato socioeconómico, tendencia política o religión.

El mayor ejemplo de solidaridad, principio, valores y profesionalismo, nos lo están dando los profesionales de la salud que han sido reconocidos en el mundo entero por su entrega incondicional.

Arriesgando su propia salud en bien de otros, de todos nosotros. Abruma su entrega y realmente dan ganas de aplaudirlos desde nuestros hogares, como estamos haciendo y como seguiremos haciendo públicamente.