Por rab Pablo Gabe
Un recorrido por el texto de la Torá y algunas celebraciones del calendario, y a propósito de lo que está ocurriendo en Yerushaláyim en estos días. Los múltiples colores se hacen presentes.
El lunes 10 de mayo (28 de iyar en el calendario hebreo), celebramos Yom Yerushaláyim, traducido como el día de Yerushaláyim.
En él se recuerda que, luego de la guerra de los seis días, Israel volvió a tener control sobre Yerushaláyim, capital del Estado de Israel y ciudad vertebral en la historia y espiritualidad de la liturgia y tradición judía. En lo personal, al mencionar dicha ciudad, no puedo no pensar en unas de las canciones más emblemáticas que no solo reflejan el amor por la ciudad, sino también la expresión del amor por toda la tierra de Israel.
Yerushaláyim Shel Zaav (Jerusalén de oro) es considerada “el segundo himno nacional israelí”, la canción de Naomi Shemer tiene una razón de ser fundamental.
Si bien está basada en una canción de cuna vasca llamada “Peio Joxepe”, su letra nos traslada a uno de los aspectos mágicos de la ciudad. En cada atardecer, cuando cae el sol sobre la ciudad dando lugar al comienzo de un nuevo día por la noche, sus últimos rayos reflejan en las piedras de la ciudad un color dorado que enamora de tan solo sentarse a mirar.
En estas semanas, específicamente en Parashat Behaalotejá, leeremos acerca de otros colores que aparecen en el texto de la Torá. Así nos dice el texto: “Habló Miriam y Aharón acerca de Moshé, a causa de la mujer kushita que había tomado, pues mujer kushita había tomado” (Bemidbar -Números-: XII:1).
Miriam, Aharón y Moshé. Tres hermanos que, como todos nosotros, tenían sus diferencias. Momentos que se acercaban más a uno que a otro. Épocas de mucha unidad, otras probablemente que no tanto. Pero en este caso, son Miriam y Aharón los que hablan contra Moshé. En la versión hebrea queda bien en claro que el diálogo entre ellos dos, tiene una carga negativa contra Moshé, una especie de murmuración. ¿Y por qué? ¿Qué fue lo que hizo Moshé para ser merecedor de que murmuren a sus espaldas? Dentro del mismo versículo, pocas palabras después, aparece la respuesta. Había tomado una mujer kushita, es decir, una mujer negra, etíope para algunos comentaristas. Si bien el texto bíblico no dedicará más líneas a este episodio, el color al que podemos hacer referencia, se contrasta con otro color, a consecuencia de lo ocurrido.
Luego de haber oído la murmuración, D’s convoca a los hermanos que habían hablado, para cuestionar su accionar. Y si bien el texto hace referencia no a la mujer que Moshé había tomado sino al hecho de que “solo con D’s habla Moshé” (Bemidbar -Números- XII:2), la consecuencia del acto sobre Miriam nos traslada a un tercer color, el blanco: “He aquí que Miriam estaba leprosa como la nieve” (Bemidbar -Números- XII:10).
Muchos más colores aparecen en la Torá. El Efod, el vestido que usaban los cohanim, tenía de acuerdo a la tradición, varios colores. El pectoral, con las doce piedras representando a las tribus, también tenía una multiplicidad de colores. La túnica de Yosef, el Kutonet Pasím que tantos problemas le acarreó con sus hermanos, estaba diseñado con varios colores, lo cual resultaba llamativo para la época y desertó, entre otras cosas, el furor del resto de sus consanguíneos. Finalmente, nos dirigimos a uno de los primeros relatos de la Torá, cuando D’s y Nóaj establecen un pacto luego del diluvio, el mismo se ve reflejado en el arco iris, también un conjunto de diferentes colores, que siempre resulta agradable poder observar.
Otros colores han aparecido en el Estado de Israel en los últimos días. Esos colores que nadie quiere: El rojo de la sangre por los muertos y heridos, el negro del humo de la destrucción provocada por los cohetes disparados por parte de los vecinos.
Recuerdo en mi Bar Mitzvá, cuando no era nada habitual tener un talit con varios colores y justamente había recibido uno así de regalo (y no el blanco con líneas celestes), averiguamos si era adecuado su uso. La persona que dirigía la comunidad en aquel momento, que luego fue y es mi gran mentor en mi carrera rabínica, explicó que era un talit adecuado. Porque lo que importaba no eran los colores sino que estén presentes los tzitziot, lo que nos recuerdan nuestro vínculo con D’s. Los colores, todavía recuerdo sus palabras, representan lo hermoso de la vida, que deseamos para todos. Pero lo importante, es que a eso hermoso de la vida, alegre y feliz, le demos un marco correcto, establecido por la ley de D’s, por el amor y la espiritualidad.
Hoy, más que nunca, quiero pensar en esos colores.