Por Wilhelmine Krach
Soy Wilhelmine Krach, viuda de Budnik. Tengo 82 años y les escribo desde Nahariya Israel. Hace dos semanas hice aliá y me vine a reencontrar con mi única hija.
No puedo describir mi felicidad de estar en Éretz Israel y nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo de Reshet.
Hace 10 años la situación de nuestra familia cambió radicalmente. Perdimos todo lo que teníamos y nuestra sobrevivencia comenzó a depender de la ayuda de mis sobrinos y Reshet.
Al enviudar, Reshet me acogió en su Mahón, una casa maravillosa y cálida donde compartí y conocí amigos.
Estuve siempre cuidada y apoyada por las Administradoras, trabajadoras sociales, voluntarias y todo Reshet. Incluso fui operada por un oftalmólogo de nuestra comunidad.
¡Todas mis necesidades fueron cubiertas! Y todo con sobredosis de cariño y preocupación.
Luego de un par de años y por mis graves problemas de visión, Reshet me trasladó al Hogar Beit Israel: un Hogar de lujo, lleno de actividades y los mejores cuidados.
El COVID-19 lo dificultó todo. En este año y medio de pandemia, hemos recibido los mejores cuidados, pero la soledad y el encierro han calado hondo en nuestras almas. Ello me hizo juntar valentía y arriesgarme a comenzar una nueva etapa en mi vida y hacer un cambio trascendental.
¡¡¡Sí!!! A mis 82 años decidí vivir el resto de mi vida en Israel y junto a mi única hija Alejandra.
Aquí estoy, muy feliz en mi nueva aventura y no quiero dejar de reconocer y agradecer a todas las maravillosas personas de Reshet, Beit Israel y sobrinos que me permitieron vivir estos últimos 6 años: tranquila, con los mejores cuidados, con dignidad, alegría y rodeada de tanto amor.
Es muy duro ser adulta mayor sin recursos económicos y enfermedades, pero ha sido una inmensurable bendición ser parte de esta maravillosa y solidaria comunidad que nos cuida y protege.