Por rabino Efraim Rosenzweig
Nos acercamos a Tu Bishvat, el año nuevo de los árboles y es entonces el momento de relacionar la importancia y significado de los árboles en las fuentes tradicionales judías.
Muchas de ellas relacionan a los árboles con nuestra adecuada administración de la tierra. La comprensión de estas enseñanzas nos puede ayudar a mejorar nuestra relación con la creación de Di-s, nuestro mundo.
La Torá es llamada “árbol de vida” (Mishlé -Proverbios- III:18), lo que muestra cómo los árboles están relacionados con los más altos valores judíos. Los árboles también simbolizan un medio ambiente saludable y sustentable.
Cuando Di-s creó al primer hombre, Él lo tomó y le mostró todos los árboles del Gan Eden (Jardín del Edén) y le dijo: “Mira mis obras, cuán hermosas y dignas de alabanza son. Y todo lo que creé, lo creé para ti. Ten cuidado de no arruinar o destruir Mi mundo -porque si lo haces, no habrá nadie después de ti para arreglarlo” (Midrash Kohélet Rabbá VII:28)-.
Este Midrash señala a los árboles del Gan Eden -en lugar del Gan Eden en sí- para representar el mundo natural que Di-s creó y el imperativo de no destruirlo.
Los árboles también simbolizan el medio ambiente necesario para la vida humana cuando el pueblo judío entra en la tierra de Israel.
Alentándonos a imitar a Di-s, el Midrash enseña: “Se dice, ‘sigue al Señor, tu Di-s’ (Debarim -Deuteronomio- XII:5). Esto significa seguir su ejemplo. Cuando Di-s creó el mundo, su primera acción fue plantar árboles, como está escrito, ‘y Di-s plantó un jardín [de árboles] en el Edén’ (Bereshit -Génesis- II:8). Así también ustedes, cuando entren a la tierra de Israel, su primera preocupación debiese ser la plantación de árboles” (Midrash Vayikrá Rabbá XXV:3).
Hay muchos otros elementos esenciales para los seres humanos en un medio ambiente saludable, sin embargo, estas fuentes identifican a los árboles como emblemáticos.
Los árboles también demoran mucho en dar sus frutos, es por esto que los plantamos en primer lugar. Por lo tanto, los árboles representan las necesidades a largo plazo de la tierra y de las personas.
El mensaje de Bal Tashjit -la prohibición contra el despilfarro y la destrucción innecesaria- también comienza con los árboles. La Torá (Debarim -Deuteronomio- XX:19-20) nos enseña que no debemos cortar los árboles frutales en tiempo de guerra. “¿Es acaso el árbol del campo un hombre para que lo hostilices?” La comprensión de nuestros sabios en relación a la destrucción de los árboles abarca toda la gama de destrucción innecesaria.
Rashí (Francia, 1040-1105 e.c.) entiende este versículo en el sentido de que, dado que el árbol no es un enemigo, no tenemos derecho a destruirlo o hacerla sufrir. Según Rabenu Bajié (España, 1.255-1.340 ec), esto significa que los árboles son tan importantes para las personas que son comparados a los seres humanos, es decir, la destrucción de los árboles destruye la vida humana, ya que podría destruir las vidas que dependen de ellos.
Estos sabios judíos resaltan el uso que hace la Torá de los árboles para generar en nosotros compasión y conciencia de interdependencia, ambas esenciales para vivir en equilibrio ecológico.
Además de la destrucción inadecuada, las lecciones sobre los árboles también nos enseñan sobre el uso adecuado de los recursos. El Midrash (Tanjumá, Terumá 9) enseña que el pueblo de Israel plantó árboles jóvenes cuando llegó a Egipto. Cuando los judíos salieron de Egipto, cortaron estos árboles para usarlos en el Santuario de Di-s. Los árboles cantaban de alegría porque estaban siendo elevados para un propósito sagrado y a largo plazo. Nosotros también podemos santificar nuestro uso de los recursos con una intención sagrada.
En el Talmud (Taanit 23) encontramos el siguiente texto:
Cuenta el Talmud que cierta vez, el sabio Joní Hameaguel caminaba por un sendero y vio a un hombre que plantaba un algarrobo. Se acercó y le preguntó: “¿Cuanto tiempo tardará en dar frutos este árbol?”. “Setenta años”, respondió el hombre. Entonces Joní volvió a preguntar: “¿Estás seguro que vivirás setenta años más para disfrutar de los frutos de este árbol?” A lo que el hombre replicó: “Cuando llegué a este mundo, encontré un algarrobo que mis padres plantaron para mí, es entonces que ahora yo planto uno para mis hijos”.
En el Tratado de Taanit también se relata la siguiente historia: Un hombre viajaba por el desierto hambriento, sediento y cansado cuando se encontró con un árbol que proporcionaba abundante sombra y frutas deliciosas, y un manantial de agua corría por debajo de él. El hombre comió las frutas, bebió el agua y descansó bajo la sombra.
Cuando se dispuso a continuar el viaje, se volvió hacia el árbol y le dijo:
– Árbol, árbol, ¿cómo te bendeciré? ¿Te bendigo con frutos dulces? Tus frutos ya son dulces. ¿Te bendigo con sombra abundante? Tu sombra ya es abundante. ¿Qué un manantial corra debajo tuyo? Ya corre debajo de ti un manantial”. Solo hay una cosa con la que te puedo bendecir: Que sea la voluntad de Di-s que todos los árboles que surjan de tu semilla sean igual que tú…”.